Buenas tardes, protegid@s. A continuación os dejo con el relato que envié a un concurso hace un tiempo y no seleccionaron. Sé que algunas querían leerlo cuando anuncié que lo estaba escribiendo. Os dejo con él. Disfrutadlo.
Vida
Su
pesado caminar resonó con fuerza al acercarse al abismo, un viento gélido
golpeó su piel curtida por el tiempo y ondeó su melena gris como si quisiera
arrancarle el cuero cabelludo de cuajo. Se acercó un poco más al borde, inspiró
con nerviosismo y entonces, las imágenes se sucedieron en su cabeza, todo
pasaba como si de una película se tratase, como esas que veía de pequeña en el
cine de su pueblo.
«El dicho tiene razón: tu vida pasa ante
tus ojos» —pensó la anciana.
En su mente vio pasar de largo y con
rapidez toda su infancia. Lo cierto es que fue una niña muy feliz, a pesar de
no tener apenas para comer y tener que compartir su habitación con cuatro
hermanas más. Sonrió al recordar las trastadas que hacían y cómo su madre les
regañaba con poca autoridad, pues no le gustaba castigarlas.
De su infancia, pasó a su adolescencia. A
su primer y único amor: Alfredo. Fue hasta el día exacto en el que se
conocieron. Era la verbena del pueblo y allí esperaban todas las mozas con sus
preciosos vestidos, sus zapatos de tacón, no muy alto, y sus cardados de
peluquería casera, a que alguno de los mozos se atrevieran a sacarlas a bailar.
Fue un flechazo a primera vista, Alfredo era primo de Carlos, vecino de la casa
de al lado. Había ido a pasar las vacaciones de verano, ya que el apuesto chico
era de la ciudad. Pelo negro como el tizón, ojos almendrados y color miel y una
sonrisa sincera y bonita. Cuando se le acercó, el tiempo se paró y todo lo que
sucedía a su alrededor dejó de existir. Con una seguridad pasmosa, la invitó a
bailar. Desde ese instante, no se volvieron a separar.
La mujer suspiró y de pronto, se vio
dando a luz a su hija mayor. Todo el sufrimiento, todos los dolores
desaparecieron en el momento en que la comadrona le puso a su bebé en el pecho.
Cuando vio su carita, un sentimiento de amor incondicional invadió su corazón que,
a día de hoy, aún no se ha desvanecido.
La película continuó, pasando por el
parto de su hijo. Las lágrimas asomaron a sus ojos, al recordar el miedo atroz
que invadió su cuerpo al saber que casi lo pierde aquél día. Por fortuna, Dios
hizo que no pasara.
En un suspiro, pasó por su vida de casada
llegando hasta el momento más doloroso de su vida: la muerte de su querido
amor. Una lágrima resbaló por su arrugada mejilla, pero enseguida se recompuso
al saber que pronto se reuniría con él y volverían a bailar juntos como lo
hicieran antaño.
Con las manos temblorosas, debido a los
estragos de la edad, puso sus brazos en cruz, apretó con fuerza los ojos y
sintió el impulso que la llevaría al vacío. Su estómago se encogió, su cuerpo
se estremeció y de su garganta salió un grito. Ya no había nervios, ya no había
tensión, solo liberación. En su caída sonrió al sentir que estaba en paz. El
suelo se acercaba con peligrosidad y no tenía miedo. Entonces sintió un fuerte
tirón que la elevó hacia arriba e hizo que posara sus pies sobre la tierra con
suavidad. Al tocarla, sus piernas temblaron y no pudo evitar doblar sus viejas
rodillas y caer de bruces sobre la explanada de tierra. Allí se quedó sintiendo
el calor en su cara y manos hasta que una voz la llamó.
—¡Abuela! —gritó su nieta al verla en el
suelo—. ¡Abuela! ¿Te encuentras bien?
Se acercó a la anciana corriendo, pero
frenó en seco al escuchar una risa.
—Abuela, tienes noventa y dos años, ¿no
te parece que esto es muy irresponsable?
—Cariño —dijo la mujer acercándose a la
nieta, mientras el monitor la liberaba del arnés—. Es lo tercero mejor que he
hecho en mi vida.
—¿Tercero?
—Lo primero, fue casarme con tu abuelo y
lo segundo, fue tener a tu madre que me dio una nieta preciosa.
—¡No te burles abuela! ¡Estás loca!
—¿Loca? ¿Por qué?
—¡Por haber saltado en paracaídas desde cinco
mil pies de altura! —gritó la joven mientras su anciana abuela no dejaba de
carcajearse.
«Ahora sí que puedo marcharme tranquila.
Espérame Alfredo» —pensó sin dejar de sonreír.
©Todos los derechos reservados
Me ha encantado Marissa. Has hecho que se me encoja el corazón y que me ria de una frase a la otra.
ResponderEliminarMe alegro de que te haya gustado, Teresa. Besos.
Eliminarjajajajaja primero estaba angustiada y después muerta de risa jajajajaja y admirada de que con esa edad tuviera fuerzas para hacer eso,muy bueno
ResponderEliminarJa, ja, ja. Desde luego que es una abuela muy valiente ;)
EliminarMe ha sorprendido muchisimo no me esperaba ese final para nada!!!
ResponderEliminarEnhorabuena Marissa como siempre espectacular.😘
Gracias Ruth. Un beso enorme.
EliminarPrecioso, del miedo a la sorpresa, y a la risa me has vuelto a sorprender, como siempre no me has decepcionado, besos
ResponderEliminarMuchas gracias Almudena. Besosss
EliminarLinda sensación deja al terminar de leerlo... Gracias por compartir tu talento ;)
ResponderEliminarLinda sensación deja al terminar de leerlo... Gracias por compartir tu talento ;)
ResponderEliminarLinda sensación deja al terminar de leerlo... Gracias por compartir tu talento ;)
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